Cualquiera, aún sin la necesidad de ser un gran
aficionado al cante, conoce al menos de oídas a Miguel Poveda, Enrique Morente o
a Mayte Martín; pero en cambio, sólo muy pocos o casi nadie conoce a cantaores como
Manolo del Río, Blas Maqueda, Carmen Corpas o Manolo Linares por nombrar algunos.
Infinidad de cantaores dejan huella de su arte en peñas y reuniones sin más reconocimiento
que el respeto de los asistentes.
Es mi intención el hacer un pequeño homenaje de
reconocimiento a todos ellos y también a bailaoras y guitarristas como Justo Fernández
guitarrista profesional con una dilatada trayectoria artística que es digna de admiración,
siempre con su sonanta de un sitio a otro regalando momentos irrepetibles llenos
de embrujo y flamencura, siempre haciendo posible con su participación el deleite
de aficionados y público.
Si la historia
del flamenco dejara a cada cual en su lugar y no hubiera tantas injusticias, y tantos
prejuicios de diferentes vertientes, el flamenco debiera de agradecer a todos estos
artistas, en su mayor parte andaluces afincados en otras tierras como ésta que es
la mía, Cataluña, su aportación cultural y su esfuerzo en el tan poco escuchado
terreno de la divulgación de este arte. Gracias en una importante porción a todos
ellos (como también a entidades como la peña Juan de Arcos en Badalona o la Casa
de Andalucía en Barcelona) aquí hemos tenido un acercamiento a el arte popular andaluz,
el flamenco, que se ha manifestado en todas sus facetas. Cantaores como Miguel Poveda
o Mayte Martín tal vez ni siquiera existieran si no hubieran tenido tan cerca a
cantaores aficionados que casi pasan por la historia como si nada hubieran hecho;
grandes maestros de muchos cantaores actuales y no quiero hacer mención de ninguno,
han sido Rubito de Pastora, Carmen Corpas, Juan de Úbeda o Diego Garrido fallecido
recientemente y al cual se le tributó un merecido homenaje póstumo, pena que no
se lo hubieran hecho antes cuando el cantaor pudo haber disfrutado junto a todos
sus compañeros de un momento tan entrañable.
El flamenco es una manifestación artística que
evoluciona constantemente, y en parte, su evolución se lo debe también a las continuas
aportaciones de cantaores de muy diferentes localidades, de muy diferentes idiosincrasias,
y por su puesto por su esparcimiento por todo el mundo con lo cual el arte no es
patrimonio de nada y menos aún de nadie. Es del que lo hace, del momento, del que
lo escucha y de tantas cosas más, que eso debe ser la razón incorpórea, tan debatida
siempre.
Ya sería hora de acordarnos de los flamencos
que tanto han trabajado en las tinieblas de este arte, de valorar sus esfuerzos,
y una de las maneras de hacerlo es continuar con lo ya empezado haciendo posible
que todo eso no deje de sucederse como ha sido desde hace muchos años; el continuar
con la tarea de las peñas flamencas es fomentar la cultura andaluza fuera de Andalucía
y contribuir a tener espacios donde poder ofrecer, los aficionados al cante, los
cuadros de baile, los guitarristas y los conferenciantes a tener lugares donde ser
escuchados y vistos con respeto, además ofrecer talleres y demás actividades; lo
que hoy en día se vive es el pasado del mañana, y dejar un criterio, una forma de
actuar, un respeto a nuestro arte, es dejar una herencia basada en el buen hacer,
en el respeto mutuo y en el entendimiento de diferentes culturas, eso es lo que
deben de pensar los tan renombrados flamencólogos y demás eruditos del tema en
vez de avasallar con informaciones basadas en cosas que ni tan siquiera se sostienen
ellas solas, si el Mellizo hizo un cante en la iglesia o lo hizo mientras preparaba
una paella, el Mellizo no esta aquí para contarlo señores, importa poco esto; el
legado de su arte está en su escuela y en sus seguidores.
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